El estrés, un enemigo de la salud


El término se aplica generalmente al estado emocional causado por las presiones que sufrimos en la vida diaria. Es la repuesta de nuestro organismo a todas las exigencias, tensiones y agresiones a las que nos vemos sometidos a lo largo del día.



El estrés es un componente normal de nuestra vida, mas aún, es necesario para disfrutar de ella. Pero al igual que ocurre con el colesterol, hay un estrés bueno y uno malo. El bueno, es aquel que ayuda a mantenernos alertas y en condiciones de enfrentar desafíos; su acción no genera trastornos en el organismo. Como contrapartida, existe un estrés malo o distrés. En este caso, la intensidad y la perdurabilidad de la activación originan numerosas alteraciones físicas y psicológicas, tales como afecciones cardiovasculares, respiratorias, digestivas, neurológicas, inmunológicas, endecronicas y sexuales, que en una etapa temprana disminuyen notablemente nuestra calidad de vida y eficiencia individual, y que una vez instaladas pueden ser el peor enemigo de nuestro bienestar y salud integral.
El estrés puede compararse con la cuerda de un violín: tienen un punto exacto de tensión en el que suena perfectamente, más allá del cual comienza a sonar desafinadamente y luego se rompe. La adopción de hábitos adecuados, como la relajación el ejercicio y una dieta sana y equilibrada, son excelentes recursos para luchar contra este mal.
La actividad física es la repuesta biológica natural al estrés. Funciona como una válvula de escape y a eso se debe que todo tratamiento antiestrés incluya un programa de actividad física. Por otro lado, la alimentación y el estrés se relacionan íntimamente. Una alimentación que favorece la aparición de enfermedades, dolencias e inconformidad con el propio esquema corporal. Por otra parte, la alimentación abundante en grasas, en cantidad o concentradas en una sola comida, genera una sensación de debilidad y de pérdida de energía. En ambas circunstancias, se dan las condiciones propicias para la aparición del estrés y para una posición de debilidad frente a situaciones de tensión. 
La dieta equilibrada
La mejor forma de mantener el estrés a raya es seguir una alimentación variada y equilibrada, rica en alimentos reguladores como frutas y verduras.
  • Se recomienda incluir al menos una ensalada y dos frutas al día. Estos alimentos constituyen las principales fuentes de vitamina C. Las necesidades de esta vitamina aumentan en caso de estrés de cualquier tipo y, además, la vitamina C estimula la defensa, lo cual resulta muy conveniente en estos casos.
  • Los cereales integrales y las legumbres son especialmente ricos en vitaminas del grupo B, con efectos positivos sobre el sistema nervioso
  • Reducir o eliminar sustancias excitantes también puede contribuir a disminuir el estrés (bebidas estimulantes, bebidas alcohólicas, cafeína,...) Aunque pueden proporcionar un cierto alivio inmediato, su uso continuado acaba produciendo desgaste nervioso y falta de adaptación al estrés.
  • Tener a mano alimentos bajos en calorías, como barritas de cereales, yogures desnatados, concentrados de frutas y verduras, verduras frescas cortadas (zanahorias, celery, pimentón...), un puñadito de frutos secos, pueden ser opciones interesantes ante situaciones de ansiedad.
  • Distribuir las comidas en 5 ó 6 diarias es una buena forma de controlar la ansiedad. Recuerda no hacer grandes comilonas, sino pequeñas o moderadas ingestas cada 3-4 horas.

Habitos de riesgo

  • Fumar, tomar alcohol, café, o estimulantes de cualquier tipo.
  • Llevar una vida sedentaria.
  • Vivir situaciones de tensión permanentes.
  • No dedicar tiempo suficiente al ocio o al esparcimiento.
  • Alimentarse mal.

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